El avance de un diminuto enemigo

Escrito por: Rodrigo Revilla

La ciudad de Lima es asediada por un enemigo silencioso, microscópico y letal. El gobierno ha decretado un estado de emergencia: nadie debe salir de sus hogares por quince días. Es una cuarentena obligatoria, la norma se ha impuesto porque no pudimos ser responsables para tomar decisiones por nosotros mismos y entender lo importante que es el aporte individual para aplanar la curva epidémica. Durante el fin de semana, muchas personas todavía continuaron con sus actividades, reuniones, fiestas, y asistiendo a lugares de mucha afluencia de gente. No tomamos en cuenta la amenaza y ahora estamos confinados en cuatro paredes, con muchas tareas por realizar, pero esperando recuperar la libertad. Las autoridades hacen lo mejor que pueden, es su deber. Para nuestra protección, dicen.

En la mañana de ayer, algunas unidades del Ejército comenzaron a patrullar por ciertos sectores de la ciudad, cantando arengas para animarse a seguir luchando contra este enemigo casi invisible. Sin embargo, el enemigo ya ha tomado como rehén a más de 100 personas. Es claro que la curva seguirá creciendo, pero el enemigo debe expandirse solo en los alrededores de los rehenes, nada más. No puede continuar su avanzada ni crear un apocalipsis. Pienso que los apocalipsis son cosa seria y que a veces nos dejamos llevar por su intensa presencia en la cultura popular. He crecido con tantas historias distópicas que no me sorprendería que muy pronto no sean parte de la ficción.

Fuente: BBC.

Ahora vivimos la expansión de un enemigo tan diminuto que toma nuestros cuerpos como huésped y nos ataca por dentro. Ha declarado la guerra. En China, donde el enemigo vio la luz por primera vez, se ha llegado al tope de rehenes, con muchas vidas cobradas. En Europa, los rehenes incrementan (también los fallecidos) y los gobiernos, temerosos, no tienen de otra que mandar a todos a protegerse. Es alarmante pero esperanzador escuchar a ciudadanos italianos cantar la “Bella Ciao” como un coro contra el fin del mundo, o saber que los países han cerrado sus fronteras, concretando finalmente el momento en que se paraliza la Tierra. Hace una semana que llegó el enemigo a Lima y se registró al primer rehén; ahora ya pasaron los 100. ¡Vaya sistema de salud que tenemos! En cualquier momento podría colapsar. Pero no es exclusivamente eso, porque ahora necesitamos de la cooperación de la ciudadanía para frenar la marcha intempestiva y caótica del enemigo.

Calles desiertas por Estado de Emergencia en Lima. Fuente: Infobae.

He salido a la calle para comprar víveres y la veo desierta, todavía no destruida. El sol baja su luz y su calor ya no se extiende en estos días finales de marzo. El verano está acabando y el enemigo está ganando. ¿Cómo podemos detenerlo? En los noticiarios, vemos el pánico desmedido de las personas. Por las redes sociales encuentro vídeos de un inmenso, titánico cargamontón de gente en las supermercados, llevándose productos de primera necesidad, dejando los estantes vacíos. Se forman largas colas en las cajas registradoras y luego todos arman el pensamiento de rebaño, almacenando lo obtenido en sus casas, para protegerse de un supuesto apocalipsis, sólo que es imaginario.

Entonces, las calles sin gente crean un panorama diferente. Nos han confinado durante quince días. En algunas excepciones se puede salir. El gobierno seguirá tomando medidas y anuncian que serán más drásticas. Esto es porque ya evaluaron el potencial del enemigo y saben que su reinado puede volverse fuerte. Me recuerda a una película en la que Lima también es golpeada por un enemigo como este, solo que en la ficción rebalsa los límites. Muchas personas mueren y solo quedan algunos encargados de limpiar los rastros del enemigo cuando se lleva una vida. El panorama que muestra la cinta es de una feroz desolación a la que es mejor no llegar en la vida real. Me pongo a pensar en eso y siento escalofríos al saber que el enemigo puede ganar.

No obstante, todavía no ocurre eso y está en nuestras manos que no sea así. El enemigo es sigiloso, potente y un canalla, no diferencia adulto de niño, aunque se ensaña con aquellos que ya finalizan su ciclo de vida. Los rehenes son encapsulados en una tormenta de toses y fiebre, son separados del resto de personas y esperan pacientes que el enemigo escape muerto de sus cuerpos. Esto es una emergencia aunque no muchos se lo toman en serio. Debemos hacerlo, no por una norma que restringe nuestros derechos, sino para elaborar la estrategia perfecta y derrotarlo.

Muestras de solidaridad frente a la pandemia del coronavirus. Fuente: Internet.

Me pregunto: ¿Cómo podemos mejorar nuestra conciencia cívica? ¿Cómo podemos ser más responsables, empáticos y solidarios? ¿Cómo podemos pensar en el resto de manera que vivamos en una comunidad tranquila y sin problemas? Estas son preguntas que las responderemos conforme pasen los días y conforme frenemos al enemigo. No tengo idea si hay un rehén más, debemos impedirle que ande en su libre albedrío. El enemigo es sigiloso, se reproduce y nos escanea con su avanzada tecnología. Finalmente toma posesión de los más débiles. No puede seguir, no debe seguir.

Aun así, podemos reflexionar sobre el avance del enemigo y el significado de su espantosa presencia en nuestro planeta. Ha cobrado vidas y detenido la actividad humana, esto genera un incuestionable impacto sin precedentes. No podemos realizar actividades tan cotidianas como ir en carro u otras más privilegiadas como ir en avión. En algunos casos, se ha reducido la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera o se detuvo el tráfico ilegal de fauna silvestre, con lo que se modificaron prácticas alimentarias poco habituales y peligrosas. Esta situación permite dar unos momentos de tranquilidad ambiental al mundo. ¿Es preciso aprender en estos tiempos de crisis? Claro que sí, y esperemos ser otros cuando el enemigo desaparezca. Espero que tomemos conciencia y re-calculemos la importancia de actuar con responsabilidad frente a nuestra naturaleza.

Aprendamos a ser resilientes y conectémonos con nuestro mundo, que necesita de una importante ayuda, más allá de esta lucha final contra el diminuto enemigo. No esperemos a muchos futuros, vayamos construyendo uno ahora; no esperemos a estar en emergencia contra otro enemigo mayor, porque el que ahora recorre fuera es pasajero y ya se le conoce sus movimientos.


En fin, solo quería escribir esto, un pensamiento sobre el enemigo y sus pros y contras, y también sobre la condición humana, de la que a veces me pregunto si es más peligrosa que cualquier otro enemigo que anda suelto por ahí.

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