A cien segundos de la medianoche

En 2020, el Boletín de Científicos Atómicos adelantó las manecillas del Reloj del Apocalipsis a 100 segundos de la medianoche, como diagnóstico de un grave acercamiento de la humanidad hacia la extinción. La pregunta es: ¿hacemos lo que debemos para cambiar el curso de los acontecimientos?


He estado escribiendo algunos artículos para motivar el análisis y, con eso, la comprensión de varios asuntos relacionados con el cambio climático. He tocado temas como la sobrepoblación, la relación de la humanidad con la naturaleza y un par de lecturas ecocríticas de películas con personajes de la cultura popular presentados como metáforas de la crisis climática, la ambición humana de controlarlo todo, ideológica y tecnológicamente.

En este mundo y vida que vivimos, necesitamos símbolos que nos lleven a la reflexión y a un cambio de conciencia y, quizás, entender mejor la realidad para cambiarla. Momentos difíciles, crisis acentuadas, futuros inciertos por los que no hacemos lo suficiente, a pesar de alzar nuestras voces en protesta, organizarnos y llamar la atención de los poderosos que toman las decisiones.

Un símbolo más al conjunto servirá como un empuje para la toma de conciencia y acción definitiva. A lo mejor, un gran porcentaje lo verá cómo solo un indicador sin importancia, o argumentarán que lo hacen para asustarnos. Dirán que no hay justificación, ni siquiera una base política, en tanto muestren los “wicked problems” o problemas retorcidos como grandes desórdenes que debemos arreglar en algún momento, pero no hoy ni mañana. Por supuesto que desde el caos no lograremos solucionar nada, aunque el mensaje implícito sea recapacitar y entender, ahora sí, que estamos en peligro y al mismo tiempo, en el momento exacto para mejorarlo todo.

Con este tono se desarrolla la declaración del Boletín de Científicos Atómicos sobre el movimiento del segundero del famoso Reloj del Apocalipsis, que en 2020 se ubica a cien segundos de la medianoche. Tremenda noticia, desesperanzadora, crítica, aunque manifiesta la oportunidad de intentar, por lo menos, desde nuestras actividades cotidianas, cambiar esas prácticas que resultan nocivas (aparentemente inofensivas) para el planeta. Sin embargo, el «apocalipsis» es nuestra negligencia de no querer torcer nuestras formas de actuar y continuar con un proceso de destrucción masiva en los niveles climático, nuclear y cibernético. El argumento de este peligroso y significativo movimiento de las manecillas, que no se acercaba al punto culminante de las 12 desde 1953 (vísperas de la Guerra Fría), es claramente alarmante: la posibilidad de una guerra nuclear y los efectos notorios del cambio climático.

Cronología del «Reloj del Apocalipsis». Fuente: BBC.

Este reloj fue creado por un grupo de científicos vinculados con el proyecto Manhattan en 1947 para representar el tremebundo acercamiento de la humanidad a la destrucción. Las causas variaban entre las tensiones nucleares, armas de destrucción masiva y, recientemente, el cambio climático. En mi opinión, esto debería llevarnos al análisis personal y social, introspectivo, que básicamente es la petición de la presidenta y CEO del Boletín, Rachel Bronson.

Pese a que estas situaciones (nuclear, climática) están nítidamente interconectadas, debo acercarme a lo expuesto en la declaración sobre el tema climático, en el que hace énfasis: necesitamos más acción. En el documento, se hace mención sobre las improductivas y limitadas reuniones climáticas globales llevadas a cabo por las Naciones Unidas, espacios en los que prolifera la verborrea, los discursos pintorescos con calidad emotiva y los listados de promesas y acciones que nunca se cumplen o cumplirán. Puede que parcialmente se logren, pero en países donde el dinero y la tecnología abundan.

Asimismo, las tímidas negociaciones que se realizan durante estas reuniones climáticas, que solo llevan a acuerdos de papel y para la foto, no ayudan a solidificar los compromisos de los países para la reducción de sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), ya que toman como algo figurativo y silencioso lo establecido en el Acuerdo de París. El uso de “emergencia climática” por parte de líderes, o sus «enviados» en estas sesiones, no es el adecuado y resulta irónico que, al profundizar sus discursos en estos temas, los gobiernos no hacen lo mismo en la práctica. En el contexto de la pandemia global siguen actuando igual.

¿Cómo respondemos al problema? Necesitamos enfrentarnos a la verdadera emergencia, no al término gaseoso que algunos políticos usan y a veces está demás; sino a la realidad, el cambio climático hecho y derecho, que repercute en la vida de las personas. No es cuestión que los políticos tomen nota, como se afirma en el artículo, que las juventudes (un gran sector de ellas) salga a las calles y levante voces, con más y mejores ideas para mitigar los efectos de la crisis y actuar con propuestas de incidencia, atreviéndose a decir cara cara a los líderes, sin aspavientos, sin tanto adjetivo, sin los adornos de los discursos vacíos: ¿Cómo se atreven? Bueno, hemos esperado bastantes años para un golpe directo de ese modo.

Mientras los líderes de saco y corbata debaten, tienen disponibles los podios, están parados o sentados, quien sabe, delante de audiencias, presenciales y digitales, sin llegar a conclusiones, los jóvenes salen, los niños igual, no porque sean reuniones, sino porque estamos preocupados. Son las generaciones de nosotros y las generaciones que vengan luego, y las que vengan después, las que verán los impactos perversos de la crisis. No queremos más conferencias ni eventos. Es imperativo actuar con planes y estrategias en distintos frentes. Cada persona en su especialidad puede hacer algo, no para exclamar tonterías como que «el planeta necesita respiro». No, por supuesto que no. De nuevo: necesita vivir. Necesitamos vivir.

La declaración cierra con una lista de recomendaciones a las que se titula: “Cómo el mundo debe responder”. En materia ambiental/climática, es importante seguir lo establecido en el Acuerdo de París; a pesar de no ser perfecto, se puede lograr. No debemos olvidarlo, ni dejarlo de lado. Si se ha llegado a un acuerdo, es para cumplirlo y debemos hacer lo posible para eso. Luego, se requiere de una inmediata acción climática por parte de los gobiernos, y el papel fundamental lo tendrán los ciudadanos para garantizarlo. De hecho ya lo tienen. Pero ¿cómo podemos tener voz y voto en tantas decisiones que no toman en cuenta a la ciudadanía y tampoco, al menos no seriamente, al sentido de urgencia? El artículo arremete directamente a Donald Trump y su administración en los Estados Unidos por haberse retirado del Acuerdo. ¿Cómo serán los siguientes periodos presidenciales? Espero que esta decisión se revierta, por el bien de todos.

El «Reloj del Apocalipsis» no es un elemento que debería causarnos temor, ni mucho menos debemos repudiar su significado, tampoco debemos decir que no es preciso mezclar aspectos científicos con temas políticos y sociales, como cierto ex miembro del Boletín de Científicos comentó. Debemos prestarle atención como un símbolo que nos dirige hacia una toma de conciencia. Es tan reclamada hoy en día, más pronto de lo que imaginamos. Las doce, como el tramo final de una larga fila de sucesos. No es la destrucción, una explosión que desaparecerá el punto celeste y verde (o casi verde) en pleno sistema solar. Es un determinante, un punto de no retorno. ¿Qué esperamos para darnos cuenta de la verdadera emergencia?

El fin de la declaratoria es un mensaje que hemos visto reproducido hasta el cansancio: unámonos y actuemos. ¿Qué significa eso? En primer lugar, conocer que desde la ciencia y con la ciencia las decisiones se tomarán con mayor efectividad, puesto que se establecerían políticas basadas en evidencia. No debemos desplazar el dato científico, sino usarlo de manera adecuada y traducirlo para que la información sea entendible incluso para el menos interesado. Tras eso, es categórico impulsar más llamadas de atención, actuar conjuntamente, ciudadanos y políticos, para la construcción del ansiado futuro sostenible, con justicia social y climática.

Nada más lejos de estas peticiones es lo que demuestra el cambio del segundero a pasos cercanos de la medianoche. Y es que los datos ya están, solo falta el compromiso y la participación.

Podemos lograrlo. Es necesario, es posible.


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