Planeta Tierra, Pachamama, Ñuke Mapu, Madre Tierra, Casa Común, Gran Ecosistema. Diversos nombres para llamar a nuestro gran hogar.
Cuando era niña, en el colegio, me hablaban sobre la importancia de cuidar nuestro planeta y hacer frente a sus problemas, siendo uno de ellos el llamado «agujero de la capa de ozono» y, aunque creía importante tomar acción sobre ello, sentía que eran situaciones tan alejadas de mi realidad y que sucedían a millones de kilómetros y que los científicos se encargarían de hacer algo para solucionarlo.
Estaba equivocada.
Soy de Villa El Salvador, uno de los 10 distritos más pobres y poblados de Lima Metropolitana. Entonces, me preguntaba, ¿cómo hablar del cuidado de nuestro planeta en una realidad tan difícil como la mía? ¿cómo hablar de la importancia de cuidar nuestros árboles a mis vecinos y vecinas en un barrio en el que predomina la arena antes que las áreas verdes? ¿cómo hablar del futuro común a quienes no saben si comerán mañana? La tenía difícil, pero aprendí que el cuidado de la tierra era y es también el cuidado y defensa de nuestros sueños, ideas y esperanzas.
Por eso, decidí estudiar ingeniería ambiental, ya que estaba convencida a que, con ello, podría contribuir a transformar mi realidad. Sin embargo, esto no ha sido fácil. En el camino me encontré con otras limitaciones como, por ejemplo, el difícil acceso a la información ambiental, en especial la orientada al cambio climático. También aprendí que el agujero en la capa de ozono no es la única amenaza a la supervivencia, sino que enfrentamos un gran desafío como el cambio climático y el peligro que representa para nuestro futuro común.
Ante este escenario, no sólo las ganas bastaban, era necesario informarse para tomar acción desde nuestras realidades tan diversas. Creo que debemos comprender que al hablar o escribir sobre nuestro planeta tierra, sobre el cambio climático y de la contaminación, no es exclusivamente abordar temas ambientales, sino también temas como la desigualdad, la pobreza, la falta de acceso al agua potable; también hablar o escribir sobre cómo los gobiernos y empresas negocian con nuestro futuro y cómo el sistema está acelerando el desequilibrio que nos lleva a un punto sin retorno si no tomamos ninguna acción.

Hablar y escribir sobre nuestro Planeta Tierra implica la justicia, los derechos de la naturaleza y los derechos de todos los y las más vulnerables ante la crisis ecológica. Aunque compartimos un mismo ecosistema, los impactos de los diversos problemas ambientales nos afectan de forma diferenciada.
En este contexto electoral, es urgente repensar la lucha ambiental. Tenemos un solo planeta en el que conviven diversas realidades y cosmovisiones, que cohabitan desde Villa El Salvador hasta Wallmapu, desde el Abya Yala hasta El Congo. La tierra no es sólo un planeta, es nuestra única casa y quienes habitamos en ella debemos resistir, no sólo al día a día, sino también a la incertidumbre sobre el futuro que nos espera.
En este «Día de la Tierra» decidamos votar por nuestro futuro y tomemos acción desde nuestras realidades territoriales. Yo, en medio de un arenal que se resiste a desaparecer, apuesto por un futuro en el que no sólo podamos tener un planeta limpio, verde y saludable, sino también con justicia social, equitativo y sin hambre, porque tomar acción frente a las amenazas ambientales es mejor si lo hacemos desde condiciones de vida dignas.
Sobre la autora:

Carol Castillo es ingeniera ambiental, activista ecológica y vecina de Villa El Salvador (Lima, Perú). Especializada en gestión territorial, con experiencia orientada a la información y evaluación ambiental. Coordinadora de Caserita Cartonera y aprendiz de la primera edición del Programa «Lima, Mujeres por el Clima» de la Municipalidad Metropolitana de Lima y C40, con el proyecto «Climática: comunicación para la acción climática«.