No hay duda que el COVID-19 ha paralizado al mundo. Desde que comenzó la pandemia, nuestro entorno ha ido cambiando de manera sorprendente. En materia ambiental, los estados de excepción (o de emergencia), el confinamiento y la cuarentena generalizada, permitieron una considerable reducción de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera.
Con este panorama, observamos que la naturaleza va recobrando un camino perdido. Tenemos los cielos despejados, fauna desplazándose por diversos lugares y una mejor calidad del aire. Es importante añadir que esto se debe al cese momentáneo de las actividades económicas, el cierre de diversos tipos de fábricas, la rápida aplicación del tele-trabajo (que mantiene a las personas en casa), y la casi nula presencia de transporte terrestre y aéreo.
Si bien la economía del planeta atraviesa por tiempos de crisis, es necesario plantearse escenarios en los que se llevará a cabo una recuperación económica post COVID-19, que deberá ir de la mano con la lucha frente al cambio climático. Es decir, la recuperación también debe ser ambiental, con lo cual se desplegarán los estímulos para alcanzar una economía verde. Tal como se menciona en un documento del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se entiende por Economía verde como “un sistema económico que es compatible con el ambiente natural, que es amigable con el medio ambiente, es ecológico y, para muchos grupos, es también socialmente justo.” (2010).
En un reciente estudio publicado por Climate Action Tracker (CAT), se menciona la importancia de que los gobiernos y las empresas impulsen el restablecimiento económico adoptando un enfoque ambiental, el cual servirá para hacer frente a la crisis climática. Asimismo, la recuperación económica deberá mantener los bajos niveles de emisiones vigentes, o procurar disminuirlos aún más, para llegar a lo determinado en el Acuerdo de París, que implica una significativa reducción de emisiones para el año 2030 y evitar sobrepasar el 1.5º C de temperatura respecto a los niveles pre-industriales.
El bienestar, tanto humano como del medio ambiente, depende de cómo los gobiernos y las empresas promuevan y participen en esta llamada economía verde. Los estímulos para la recuperación, y que por ende lleven hacia un camino más verde, serán necesarios para la equidad social y ambiental. El estudio del CAT señala que si no se ponen en desarrollo políticas, estrategias y medidas de mitigación y adaptación al cambio climático en la recuperación económica luego de la pandemia, los niveles de emisión probablemente subirán, como en un efecto rebote. Además, se sitúan un conjunto de acciones que se deben y no se deben hacer en el proceso de recuperación económica verde. Estos incluyen el sector energético, tecnología, transporte, industria, infraestructura y la protección ambiental.
Implementar una economía verde es imprescindible para una mejor resiliencia humana frente al cambio climático. De igual manera, es requerido un modelo alternativo de economía que vaya acorde con la sostenibilidad ambiental y la justicia social. A partir de esto, se deben promover iniciativas (si es que no las hay ya) que apunten hacia una economía circular, verde e inclusiva, como se establecen en las premisas del Green Deal: el control y reducción de emisiones, ejercer a cabalidad un potente desarrollo sostenible y, básicamente, llegar a cambiar ciertos paradigmas que incluyan a las empresas, el modelo económico y, no menos importante, a la sociedad.
Es conveniente sostener que la revolución del futuro, en términos ambientales (en la que se pueda recuperar la economía luego de la pausa de la crisis), será un trabajo conjunto entre todos: sociedad, empresas y gobiernos. ¿Cómo empezamos a hacer esto? ¿Cuál es el camino a seguir? Son respuestas que ya estamos fabricando, y cada vez obtenemos más oportunidades de saber que el instante para frenar la crisis ambiental está a la vuelta de la esquina, solo debemos trabajar convincentemente en eso.
Imagen de portada: Green Cities. (Microsoft, 2019)