Escribe: Joan Sullivan
Esta publicación fue escrita originalmente para Artists and Climate Change. Puedes leer el texto en inglés aquí.
Esta publicación es parte de una serie de reflexiones ocasionales sobre el contexto general en el que nos encontramos actualmente: Una transición energética, de las cuales ha habido varias, a través de la historia humana. He elegido el importante libro de Barry Lord, Art & Energy: How Culture Changes (Arte y Energía: Cómo cambia la cultura) como nuestra guía, porque arroja luz muy necesaria sobre la relación recíproca entre arte, artistas y transiciones energéticas a lo largo de las eras. También obtuve inspiración del campo emergente de las Humanidades de la Energía, liderado por Imre Szeman y sus colegas en la Universidad de Alberta y la Universidad de Waterloo en Canadá. Para publicaciones anteriores en esta serie, puedes mirar aquí (en inglés).
Mi capítulo favorito en el libro de Barry Lord, Art & Energy: How Culture Changes, es sobre la primera crisis energética del mundo. Para aquellos de nosotros que vivimos la crisis del petróleo de 1973, se nos podría perdonar que la primera crisis energética del mundo giró en torno al petróleo. De hecho, la primera crisis energética – que surgió a finales del siglo XVI y continuó hasta inicios del siglo XVIII – giró en torno a la madera.
Solo detente por un minuto y piensa en la limitada elección de fuentes de energía disponibles para impulsar el ingenio humano en nuestros asentamientos más tempranos. Fue la madera la que alimentó los voraces apetitos de muchas industrias basadas en el fuego, inventadas por el sapiens a través de las eras: salinas; fundiciones de las eras de cobre, bronce y hierro; hornos para alfarería, producción de vidrio y ladrillos; hornos para pan; estufas para hacer jabón y velas. ¡Y no olvidemos las ubicuas cervecerías!
Pero no era solo madera, como en leña o carbón, que estaba en alta demanda. Eran bosques enteros, como Lord nos recuerda:
La producción de espadas de acero requería bosques enteros, especialmente al volverse necesario alcanzar temperaturas más y más altas. El estaño, ingrediente clave del bronce, se derrite a 232°C, pero el cobre necesita más de 1000°C, y el hierro tiene el punto de fusión más alto – 1528°C. Desde el inicio de las eras de bronce y hierro, una de las principales razones de la deforestación, incluso en climas que no requieren mucha leña en invierno (por ejemplo, el sur de Europa), fue esta necesidad de grandes cantidades de madera para fundir metales.
La “edad de la madera” se refiere al periodo que abarca desde la prehistoria hasta la segunda mitad del siglo XVIII, según el campo emergente de las Humanidades de la Energía. Me recuerda a una escena de la galardonada serie de HBO, Game of Thrones, de una forja humeante, quemando madera mientras que Gendry, el herrero bastardo, prueba una de sus prestigiosas espadas frente a Arya, quien no se deja impresionar.
Es difícil para la mayoría de nosotros los “modernos” apreciar realmente cuán importante era la madera en las sociedades preindustriales. La madera era absolutamente indispensable, como fuente primaria de energía y también como un importante material de construcción; simplemente no había otra fuente de calor tan accesible como un bosque cercano. La madera podría llevarse el crédito por impulsar una cascada de avances tecnológicos y sociales, incluyendo armas de guerra, a lo largo de milenios. En el capítulo 9, Lord señala que un estimado del 90% de todos los árboles talados antes del 1800 fueron destinados a ser quemados.
Además de las industrias basadas en el fuego, bosques enteros fueron quemados para despejar tierra para granjas, ganado, molinos y otros desarrollos. Los bosques también fueron diezmados por su valor como material de construcción. Los grandes robles eran preciados para hacer los mástiles de los navíos. La madera también era el material de elección para la construcción de palacios, centros de devoción, graneros, establos y cercos. Muebles, instrumentos musicales, carros, botes y herramientas se hacían todos de madera. Y por supuesto, la madera era necesaria para cocinar y calentar los hogares. Así que era solo cuestión de tiempo hasta que “un bosque global que una vez fue,” de acuerdo al escolar Shakesperiano Vin Nardizzi, no sea más.
A finales del siglo XVI, los bosques alrededor de Londres, habían sido talados por completo. “Sin madera, no hay reino” era el cri de coeur publicado en un panfleto de 1611 que levantaba alarmas sobre la deforestación en la Inglaterra Isabelina tardía. También es el título del primer capítulo en el cautivador libro de Richard Rhodes: Energía: una Historia Humana. Aprendemos que la severa escasez de madera de Londres incitó a Shakespeare y sus amigos, en 1598, a robar maderas de su viejo teatro (mientras el dueño estaba ausente) para construir su nuevo teatro de techo abierto de 20 lados, “The Globe”, del otro lado del Támesis. Un año más tarde, “The Globe” abrió con su primera obra: La tragedia de Julio César.
De acuerdo a Lord, aunque la deforestación como fenómeno no era algo nuevo, la preocupación social al respecto sí lo era. Provee algunas anécdotas históricas que nos ayudan a entender las crecientes tensiones, empezando en la edad media tardía, entre las clases gobernantes (la nobleza y la monarquía) y los plebeyos (campesinos y siervos). Los plebeyos eran rutinariamente castigados con encierro, tortura o ejecución, si eran atrapados cortando madera para su propio uso en tierra que pertenezca a sus señores. Sin embargo, había una importante excepción a esta regla: cuando el viento traía abajo un árbol o quebraba algunas de sus ramas, los plebeyos tenían permitido tomar esta madera. De aquí proviene la expresión anglicana windfall (traído abajo por el viento) -una buena fortuna inesperada que debe haber significado mucho para los plebeyos sin tierras.

Estas tensiones en alza entre plebeyos y aristocracia, inspiraron una nueva cultura literaria oral -en forma de baladas y leyendas, tales como Robin Hood robando de los acaudalados terratenientes (aquellos que controlaban el acceso a los bosques) y donando a los pobres sin tierras (ni acceso a los bosques).
Para 1615, vemos uno de los más tempranos intentos de conversación sobre energía: el rey de Inglaterra Jacobo I emitió una prohibición de quemar madera para la producción de vidrio, declarando que “el gran desperdicio de leña en la producción de vidrio es un tema de seria preocupación.”
Cien años después, dos respuestas alternativas surgieron a la crisis energética en Alemania, incluyendo encontrar alternativas a la madera (tal como la turba o el carbón mineral) e inventar nuevas máquinas que puedan producir más calor con menos madera.
Para finales del siglo XVIII, la creciente ansiedad por la deforestación en Europa llegó a su clímax. La revolución estaba en el aire. De acuerdo a Lord, la extendida percepción de la crisis estaba vinculada a la privatización de tierras que previamente pertenecían a la comunidad y estaban a disposición de todos: “el sentido de incertidumbre sobre el futuro llevó a la gente a cuestionar el ancien régime, y también a reconocer la posibilidad – finalmente la necesidad – de un cambio revolucionario en la forma en que la sociedad estaba ordenada.”
¿Suena familiar? Nosotros los sapiens seríamos sabios de aprender del pasado. ¿Tienen los ciudadanos del siglo XXI el coraje, como nuestros antecesores del siglo XVIII, para cambiar radicalmente el modo en que la sociedad está ordenada? En retrospectiva, vemos cómo la humanidad ha sobrevivido transiciones energéticas previas, y sin duda lo hará de nuevo. Los artistas pueden ayudarnos a llegar a ese punto más rápido, tal como lo han hecho desde la edad de la madera.
Lord finaliza este capítulo preparando a los lectores para la siguiente transición energética: la transición de la madera al carbón mineral, una fuente de energía “que pronto daría forma a nuestro mundo más profundamente que cualquier otra.” Mientras que el carbón “resolvería” efectivamente la crisis energética creada por la deforestación global, desencadenaría sus propios retos ambientales, climáticos y de salud pública que persisten aún hoy. La “era del carbón” llevó inexorablemente a la “era del hombre” – el Antropoceno.
Profundizaré en la transición al carbón y la “producción de cultura” que se le asocia en un futuro texto.
(Imagen superior y de portada por Joan Sullivan.)
Este artículo es parte de la serie de Energías Renovables.
Traducción: Emilio Heck (@emiliohf26).
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Joan Sullivan es una fotógrafa canadiense enfocada en la transición energética. En su columna mensual para Artists and Climate Change, Joan explora la intersección del arte y la transición energética. Actualmente está experimentando con la fotografía abstracta como un lenguaje para expresar su duelo por el colapso climático. Puedes encontrarla en Twitter y Visura.
Un comentario en “La Primera Crisis Energética del Mundo (Pista: no es el petróleo)”